martes, 13 de septiembre de 2011

EL AMOR PUEDE CON TODO, MENOS CON LAS GALLETAS DE ARROZ INFLADO.
Para los que no las habéis visto nunca esta curiosa creación, os doy la definición que encontré en mi diccionario: Disco de 8 cm de diámetro por 1  de espesor fabricados en durlock comestible con gusto  a cartón viejo, algo de aserrín y un toque de ceniza...

Su fabricación sin embargo no es nada sencilla, en algún lugar perdido en las remotas estepas de Laponia, los enanitos ex-colaboradores de Papa Noel ya jubilados, se dedican a inflar miles de granos de arroz con unos tubitos minúsculos para posteriormente ser  prensados y cortados. Toda una proeza.
Hay dudas sobre su origen. Algunos afirman que las trajo Neil Armstrong, por error al confundirlas con parte del decorado lunar  durante aquel paseo por algún estudio de Holywood allá por el año 69.
 Otros sin embargo aseguran  que la NASA las encontró en una de las naves del incidente OVNI de Roswell, en  suelo de Nuevo México. Estas galletas formarían parte de la aislación térmica utilizada  para termo sellar el compartimento de alguna nave, diseñada por mentes superiores a las nuestras.  
Dicen también las malas lenguas, no es el caso de la mía, que los supuestos extraterrestres decidieron no intentar más contactos con los seres humanos, al comprobar cómo varios ingenieros sometidos a alguna dieta milagrosa, cortaban el mencionado aislante y se lo comían. En ese momento, temiendo por su integridad física al comprobar   que la capacidad de ingesta de nuestra raza era totalmente irracional,  decidieron abandonar  nuestro planeta definitivamente.
Yo sin embargo entonaría un mea culpa, y otorgaría la ceración a nuestra especie. En concreto  a algún nutricionista que ahora mismo está ayudando a Satanás a prender las calderas del infierno, como castigo eterno por intentar substituir el pan, producto divino donde los haya, por las nombradas galletas.
Pero vamos a lo nuestro. Tengo que confesar que una vez  en mi vida estuve a punto de probarlas. Y todo fue por culpa del amor. Sí, me enamoré de una persona que comía de esas galletas. Eso sí, al poco tiempo de conocernos comprobé que en la parte posterior del cráneo, justo donde se encuentra el cerebelo, no tenía ninguna marca quirúrgica, por las dudas.
Durante nuestra convivencia me aseguré que en la despensa hubiera miles de otras opciones comestibles. Pero un día, ella decidió lanzarlo todo a la basura e iniciar una dieta. Al llegar a casa, confiado en mi basta provisión de víveres, cometí el desliz de pronunciar una frase fatal: - tengo hambre, ¿quieres picar algo? Aquel fue mi gran error. Al abrir la nevera lo vi.
 Cinco paquetes de galletas de arroz inflado, perfectamente alineados  y a su alrededor el más absoluto  vacío, la nada.
El día D, había llegado.
Tengo que decir en su  defensa,  que muy prudentemente y en un tono dulce, mi ex -pareja me ilustró contándome todas las propiedades de aquel  maná dietético:
-Contienen muy baja cantidad de grasas y azúcares. Aportan proteínas, hidratos de carbono, hierro, fósforo, vitamina b y calcio, y lo mejor es que producen mucha saciedad; con una unidad se te va el hambre. Es que… empecé una dieta, así estoy mas linda para ti.
Estaba perdido. Aquella visión de los cinco paquetes ocupando mi nevera  no me dejaba pensar con claridad. Tendría que probarlas. Pero aquel día la diosa fortuna vino en mi ayuda.
Sonó el timbre. Era Juan, mi amigo, mi gran amigo, mi mejor amigo… nunca lo olvidaré. Venía a ver el partido y lo mejor….TRAÍA DOS PIZZAS Y CUATRO CERVEZAS….ALELUYA!!!!!
Y es que el amor  puede con todo, menos con las galletas de arroz inflado.


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